martes, 7 de diciembre de 2010

Literatura y sexualidad

Cuento erótico con sorpresa final
Aquí os dejo algo de cosecha propia, un cuento breve, con el que os presento una pequeña muestra de mi gran pasión, escribir. Espero que os guste.


Algo que contar...


En medio de la noche te despiertas, noto tu mano tocándome en la oscuridad, quieres sentirme cerca, me necesitas. Poco a poco vas acercándote más y más. Siento tu respiración tan cerca que se funde con la mía. Tu dulce aliento es el oxígeno más puro que nunca soñé exhalar, lo saboreo, lo siento dentro de mí al respirarlo. Un agradable aroma inunda todos mis sentidos. Es como si penetraras mi cuerpo y encharcaras mis pulmones, suspiro e intento que este momento dure eternamente.
Una de tus manos acaricia mi cabello, vas paseando tus dedos por cada uno de mis mechones, haciendo círculos en el aire, enredándolos, estirándolos, sintiéndolos entre tus dedos. En un segundo tu mano baja hasta mi cara, paseas tus dedos por mi frente y te detienes un momento en una de las cejas para después bajar al ojo y acariciar el párpado, las pestañas. Es como si quisieras mirarme con tus manos.
Tus dedos pasean por el surco que dibuja mi nariz y llegan hasta la boca, aprietas los labios como si quisieras llevártelos contigo, e introduces uno de los dedos en mi boca, quieres explorar todo mi cuerpo.
Tu otra mano, mientras tanto, juguetea con mi ombligo, como si quisiera abrirlo y entran dentro. No tardas en darte por vencido y continuas subiendo por la barriga, llegando a uno de mis pechos. Oigo tu corazón palpitar y como una sonrisa sale de tus labios. Puedo ver como brillan tus ojos en la oscuridad.
El deseo de sentirte, me desborda los sentidos, abres tu boca y no tardas en introducirte el dulce pezón en ella, suspiras de placer y yo lo hago contigo. Es tan difícil de explicar esta sensación: son como mil caballos desbocados que se paran de golpe todos a una, son mil campanas sonando a la vez, es simplemente amor.
Noto como tus ojos me miran en la noche, buscan mis ojos. Te acaricio la cara,  acaricias la mía. Una de tus manos me recorre la espalda de arriba abajo, como si quisieras ararla, yo sigo mirándote buscando la satisfacción en tu rostro.
Tus labios besan mi pecho y chupan el pezón, que se endurece hasta convertirse en una colina de vida.
Hace mucho calor y nuestros cuerpos empiezan a sudar por el contacto. El pelo mojado en el pecho y el pecho mojado en la boca.
Con la otra mano tocas mi cuello y bajas hasta el borde del otro pecho, lo aprietas hasta casi hacerme daño.
Siento un deseo incontenible de abrazarte, de fundirte con mi cuerpo. Te beso la frente, y la cabeza se me emborracha de pasión. Sigues a mi lado, sé que nunca dejarás de estarlo, algo más fuerte que el deseo nos une el uno al otro, algo que es tan duro como el hierro, pero tan hermoso como un diamante.
Viéndote así  a mi lado no dejo de pensar, cuanto tiempo hemos pasado el uno sin el otro, sin conocernos.
Cojo tu mano y la sostengo un momento en el aire, me la llevo a la cara para besarla, para olerla, para rozarla con mis labios. Me lleno de vida y de sosiego.
Comienzo a soñar despierta, corriendo los dos por un valle tan verde, que se refleja en nuestros cuerpos. Corremos hasta caer rendidos, el uno junto al otro, rodeados de amapolas y margaritas, puedo sentir su olor y notar el suave viento arrullándonos la cara, meciéndonos el pelo. Me miras y me gritas cuanto me quieres y yo te abrazo tan fuerte, que casi no te dejo respirar.
Te mueves, sueltas el pecho y me miras buscando un gesto de satisfacción en mi rostro, lo obtienes, sabes que te daría la vida si eso fuera necesario.
Aprietas tu cuerpo contra el mío y apoyas la mejilla contra mi corazón. Estas escuchándolo. ¿ Notas como late? Lo hace por ti y tú lo sabes.
Cierras los ojos, pareces haberte quedado dormido. La boca entreabierta, los pómulos relajados y esa sensación de éxtasis. Suspiras, estás tan a gusto, tanto como yo, deseando que no acabe nunca este momento de placer y serenidad.
El tiempo pasa, pero para nosotros el reloj esta parado. No importa si hace una hora, o dos, o tres que estamos aquí juntos en la mitad de la noche. Qué importa si afuera llueve, o si el vecino de arriba se prepara un café. Solos tú y yo, deteniéndonos un momento en nuestras vidas, dándonos todo el amor que  se puede coger en un instante.
Te has despertado y levantas tu cabeza para mirarme otra vez.
_ ¡Sí! Sigo aquí abrazándote, queriéndote cada vez más y más.
Trepas hasta mi cara y me das el beso más dulce que puede soñar una mujer.
Tus manos acarician mi pelo, se crea entre los dos una gran complicidad. Me sonríes y vuelves a bajar hacia abajo. En el camino te encuentras con el otro pecho y buscas su punto más alto, lo hueles, lo lames, juegas con él. Finalmente acabas llevándotelo a la boca, de nuevo lo chupas, pero esta vez más pausado, más tranquilo, como  el que  cuando llega el postre, se lo come poco a poco, degustando cada uno de los sabores.
Sigo mirándote, viendo cómo disfrutas y disfrutando contigo.
Un instante después dejas de moverte, abres la boca y dejas ir mi pecho colina abajo, te has dormido.
Mi mano te sujeta la cabeza y mi cuerpo sigue dándote calor. Dejo que te acurruques a mi lado y yo lo hago al tuyo, no puedo contener las ganas y te beso en los labios. Me saben a miel.
Un despertador lejano comienza a sonar, alguien tiene que ir a trabajar. Mientras tanto, una pequeña luz se cuela por la rendija de la ventana. Está amaneciendo.
Hoy quiero que te quedes a mi lado.
Hoy no te acostaré en tu cuna.

                                                                                                          Para David.

2 comentarios:

  1. Relatar las pasiones, los sentidos, las experiencias es un don, ánimo y continua!
    Un abrazo,
    Vivian,

    ResponderEliminar